jueves, 15 de febrero de 2007

Los pequeños deleites de la vida

Ayer tenía mas ganas de lo habitual de volver a casa. No era que tuviera excesiva prisa o algo urgente por terminar, sino que estaba a punto de terminar de leer un libro y quería sentarme cuanto antes en el tren, en mi vagón, aislarme del resto de pasajeros y perderme entre sus últimas páginas. Cuando esto me pasa, que no son muchas, es que el libro es bueno, bueno de verdad. Un libro de esos que te embelesan, te maravillan, te hipnotizan. Éste era "Las intermitencias de la muerte" de José Saramago.

José Saramago es un gran genio al que le dieron el premio Nóbel de literatura en 1.998. Después de haber leído bastantes de sus obras puedo afirmar que algunas de ellas podrían por si solas merecer un Nóbel, como “Ensayo sobre la ceguera” o “Todos los nombres”, por poner dos ejemplos. Sus profundas reflexiones, los argumentos de la trama, la profundidad de sus personajes y los sucesivos desenlaces no te dejan indiferente. Ah, y esa manera de escribir todo de tirón, sin puntuación...

En este último libro, “Las intermitencias de la muerte”, creo que ha alcanzado su madurez artística y la quasi-perfección. Me ha maravillado como ha cambiado el hilo conductor de un plano general a la verdadera protagonista de la historia, la muerte, dándole a esa segunda parte una chispa que hacía tiempo no le veía. Y como ha dotado a muerte de atributos humanos, de sentimientos y hasta de figura humana, para terminar con un desenlace sencillamente imposible. Genial.

¡Chapeau Sr. Saramago!, me descubro ante Vd. Me ha dejado maravillado. No deja de sorprenderme con cada novela que escribe. Como homenaje particular le escribo en este pequeño blog, mi pequeño diario de deleites que comparto con mis amigos, que sabrán apreciar su singular prosa.

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